Memoria para concurso. Valleseco en Tenerife.
Muchos de los proyectos en los que estamos trabajando últimamente se refieren a lugares muy deteriorados, lugares en los que se ha actuado de una manera entre descuidada y sin sentido. Estoy hablando de Valle Seco. Pero es a la vez la memoria de muchos lugares. De la costa y del interior. Estoy hablando de muchos paisajes y muchas naturalezas.
La historia del viaje cíclico de Persefone a los mundos contrapuestos del placer y dolor, de la luz a la oscuridad, del colectivo protector a la soledad abismal, se refiere, entre otras cosas, a una manera de recorrer y construir el mundo, el de las ideas y de los objetos.
Ideas y objetos construidos desde la simultaneidad de tener que responder con nuestro trabajo a la demanda externa de lo social, de lo útil, de lo rentable, de la respuesta colectiva y de equipo, con la demanda interna de quien sabe que solo desde la soledad e incomunicabilidad de la noche es posible penetrar en el sueño y en el misterio.
Un laboratorio es a su vez un escenario. La playa y un laboratorio y un escenario para el espacio público.
Un lugar en el que el agua se transforma de verde y fría y pasa a ser roja y caliente. Por ejemplo.
O de salada pasa a ser dulce.
Un lugar en el que el tiempo de inactividad y los lugares del cuerpo coexisten. Un lugar de los lugares del yo.
Un lugar en el que es posible reconstruir la semilla, el origen, y hacerlo funcionar como una totalidad, como un cosmos.
Un lugar que reconstruye una relación entre las cosas y las personas, que trata de reordenar y recomponer lo que existe con lo que se añade. Lo latente y en proceso con lo ya establecido. Se trata de que todo interactúe, de describir entre lo nuevo y lo viejo un haz de miradas que despliegue en ese lugar y para esa naturaleza todo una constelación de nuevos sucesos tanto para el individuo como para el grupo.
Hay un acto de violencia necesaria, siempre, en el proyecto, y más cuando se impone sobre algo sin sentido para que acabe teniéndolo. En ese instante inicial, el proyecto no negocia: sabe que su verdad es su libertad, esa certeza alcanzada porque lo ha acumulado todo de su tiempo y eso le permite ser exacto.
Porque esa violencia sobre la naturaleza solo puede ser una violencia frágil y delicada, hecha con un extremo e infinito cuidado, con algo que, como una porcelana china está hecho pintando el viento. Nada que ver con las infraestructuras. Nada que ver con las grandes luces, con los grandes puentes con las grandes infraestructuras: todo es más cercano al brillo y a la infinita delgadez del papel de aluminio.
Así es nuestro escenario, este es el laboratorio que acoplamos a lo que ya existe en VALLE SECO… Playas de arena y caucho, mareas de aluminio, que describen el movimiento de las mareas naturales. Paseos de suelo de aluminio y acero recubierto de algodón de colores, de un grueso infinitamente pequeño de modo que los barcos, desde lejos vean los reflejos cuando vibre con el viento. Agua nueva, dulce, de colores rojos y malvas, en cuevas que recuerdan las que construía Cesar Manrique con aguas tibias, sensuales, envolventes. Pequeñas islas que aparecen y desaparecen con las mareas, en las que los niños juegan a piratas y no saben que debajo de ellas, maquinas y mas maquinas transforman lo sucio en limpio, lo espeso en flujo, la luz en movimiento, el calor en luz. Cintas de aluminio y de plásticos FPO., que en suaves rampas conectan el mundo de arriba y el de abajo en un zigzagueante recorrido entre infinitas columnas de una luz delgada y tenue, entre infinitos pilares de acero brillante de 4 cm. de diámetro.