Me pregunto a veces que puede motivar esa tan tenaz resistencia al cambio de determinados arquitectos y de determinadas arquitecturas.
La critica, la teoría y los escritos de los arquitectos en España han sido bastante impermeables a la introducción de la dimensión psicológica de la arquitectura y del trabajo del arquitecto. Tal vez haya sido intencionadamente. Tal vez haya sido para no hacer evidente y ponerse en evidencia ante esta paradoja: por un lado el arquitecto es alguien sometido a una presión constante para sobrepasar la evaluación social, cultural y política que hay detrás de cada proyecto que realiza, y por otro lado hacer frente a la flexibilidad a la que lo alienta la cultura contemporánea para que su actuar se convierta en ese ejercicio de flexibilidad, en lo que desea ser.
Esta reestructuración constante que los tiempos exigen, esta apuesta por la flexibilidad que la sociedad demanda hoy es una exigencia que iguala a individuos y empresas.
Y esta autoinvención permanente que los tiempos exigen presupone un nivel de autoestima y de seguridad considerable y obliga al arquitecto a entender el propio trabajo como lo que es, y al mismo tiempo como lo que abre el tiempo, como una disponibilidad de transformación y cambio.
La arquitectura es una valoración técnica de un acontecimiento social, cultural y político.
Y si toda la teoría política, social y cultural insiste en que una de sus esencias es esa disponibilidad de posibilidades infinitas, es bastante lógico que esa valoración técnica que hace la arquitectura de esos cambios, sea algo también accesible y permeable a ese proceso de transformación.
Si hoy nadie niega que todo individuo debe actuar como si fuese su propia empresa. (Yo S.A, ha titulado Renata Saleci esta situación) Y esta reestructuración de individuos y empresas sería hoy algo que nos convertiría a todos en hábiles inversores, proponerle a la arquitectura una permanencia en “sus esencia” es proponerle que ella se mantenga como un poder mágico, que sea como un poder externo inalterable que decide por nosotros. Que decide por nosotros mientras tanto nosotros estamos enfrentados a libertades de elección de lo que queremos ser y de lo que queremos hacer en cada momento.
¿Entendéis ahora la crisis de ansiedad de quien vive (en la práctica y en la teoría) en esa paradoja, pensando todo el rato en lo que mucho podría llegar a perder?
José Mª Torres Nadal