En mi fiesta de sesenta cumpleaños leí este texto que Francisco Jarauta me regaló. “Es, me dijo, José María, lo que Bertrand Russell escribió cuando cumplió tu edad”.
«Tres pasiones, sencillas pero abrumadoramente intensas, han regido mi vida: el anhelo del amor, la búsqueda de conocimiento y la compasión insoportable por los sufrimientos de la humanidad. Estas pasiones, como fuertes vientos, me han llevado de aquí para allá, siguiendo un rumbo caprichoso, por encima de un hondo océano de angustia, hasta llegar al borde mismo de desesperación. He buscado el amor, en primer lugar, porque procura éxtasis, un éxtasis tan intenso que a menudo habría sacrificado todo el resto de mi vida por unas pocas horas de ese placer. Luego lo he buscado porque alivia la soledad, esa terrible soledad en la que tu conciencia estremecida mira por el borde del mundo el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, en fin, porque en la unión del amor he visto, como en una miniatura mística, la visión que prefigura el cielo imaginado por los santos y poetas. Eso es lo que he buscado y, aunque pueda parecer demasiado bueno para la vida humana, eso es lo que, por fin, he encontrado. Con idéntica pasión he buscado el conocimiento. He deseado comprender los corazones de los hombres, saber por qué brillan las estrellas, y he intentado entender el poder pitagórico por el que el número domina el flujo. Algo de esto pero no mucho, he conseguido. El amor y el conocimiento, en la medida en que eran posibles, me conducían hacia los cielos, pero siempre la compasión me hacía volver a la tierra. Los ecos de los gritos de dolor reverberan en mi corazón. Niños con hambre, víctimas torturadas por opresores, ancianos desamparados que son una carga odiosa para sus hijos, y todo el mundo de soledad, pobreza y sufrimiento constituyen una burla de lo que debería ser la vida humana. Ansío aliviar el mal, pero no puedo, también sufro. Ésta ha sido mi vida. Creo que ha merecido la pena vivirla, y la viviría gustosamente de nuevo si se me ofreciera la oportunidad».