Una literatura mayor o establecida sigue un vector que va del contenido a la expresión: dado un contenido, en una forma dada, encontrar, descubrir o ver qué forma de expresión le conviene: lo que bien se concibe, bien se enuncia…pero una literatura menor Robes de bal courte o revolucionaria comienza enunciando y solo después ve o concibe. D/G. La palabra no la veo, la invento. K.
He ahí la invención, concebida tal como lo explican en la cita G.Deleuze y F. Guattari, a propósito de la obra de Kafka.
El curso The house is a museum tiene, por varias razones, esa condición que lo cualifica como rastreador a la búsqueda de una arquitectura menor. Las condiciones en las que G.Deleuze y F. Guattari reconocen la existencia de esa construcción menor tendrían que ver con la noción dehttp://www.webokase.fr
desterritorialización, con el enunciado político de lo individual inmediato, y la que tiene que ver con el hecho de que todo adquiere un valor colectivo.
Esta nota trata de formular, urgentemente, una entre miles de posibilidades, el sentido de ese enunciado colectivo. No nos interesa aquí su acepción automática, actualizada, lógicamente, es decir la que tendría que ver con el hecho de que la construcción del proyecto de arquitectura en el aula debería entenderse como el espacio que representa todo lo que allí sucede hecho por todos. En este momento, con ser mucho, y ojala sucediera de una manera generalizada, no es suficiente para definir una ética basada en la movilización de correspondencias reales entre los enunciados que unos y otros formulan. En este momento no. La formulación de la docencia bajo la égida de un contrato opaco, ya no es hoy en día un modelo aceptable. Al menos sin que se den un sistema de compensaciones. Una en el interior de una: una salida en el interior de una posibilidad entre miles: una rotación continua de la intercambiabilidad de datos.
El alumno es actor de un acto íntimo que deviene público en voz colectiva. El profesor no puede permanecer continuamente en el exterior del problema para acabar apropiándose, y los reconocimientos no dejan de ser formas de apropiación, de unos resultados. El profesor no puede ser ajeno al proceso de construcción de imaginarios e invenciones desconocidas, proceso siempre doloroso y cruel, por cierto, aunque no sea necesariamente triste, y no puede permanecer continuamente en un exterior que está siempre dentro del interior del aula. En ese interior en el que se emite el enunciado, por muy identificativo y suyo que sea, no cabe la emisión a posteriori de juicios en los que no ha participado en su elaboración. Siempre serán morales y siempre repetirán sin poder mostrar lo que los ejercicios ya dicen. El profesor que acepta no ver la palabra sino inventarla, enunciarla y después verla, tiene que dejarse traspasar por el trabajo de hacer a la vez, y formar así realmente parte del enunciado colectivo. Ese hacer a la vez representa parte de la condición política del enseñar ( él es también un individuo sobre el que conectar intimidades, un individuo que vive políticamente el enunciado que propone, que debe ser pensado como resultado compartido más allá de verse obligado, a veces dulcemente obligado, a emitir opiniones finales), y representa sobretodo, lo que ese hacer tiene de construir en la docencia gestiones públicas de razones compartidas para la risa y para el deseo.
Algo de esto ocurrió en La Borde, y algo de esto ha ocurrido, y ojala se radicalice, en algunas aulas de Alicante.
* Contrato opaco forma parte de una serie de artículos en construcción en los que se intenta descifrar la realidad de las construcciones económicas y emocionales entre los estamentos de la Universidad. JMTN