A Ester Gisbert, profesora y movilizadora.
Carta de agradecimiento a los profesores que nos han ayudado construir la experiencia de Proyectos Zero*, y gracias especiales a los de este curso, 2016-2017**, por darme la oportunidad de explicar de nuevo cómo algunos cursos y algunos Proyectos Fin de Carrera están contribuyendo a consolidar la movilización alicantina.
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Proyectos con grillos, casas para gatos, conciertos entre lavadoras y aspiradoras, homenajes a los bronceadores, sonidos domésticos inhabituales, colores y materias tras la catástrofe climática, relatos de reinas, maricones, putas, transexuales, espacios para el cruising, placeres diversos y múltiples, confesables e inconfesables, el cabaret y el futbol, lo ordinario, lo epicúreo, la fealdad y las otras formas de belleza. Las ostras, los depuradores de agua, la comida y los cultivos, los interiores de la Barbie y los otros interiores domésticos con tocadores galácticos, los ajuares, las religiones, los cuerpos incompletos, los maquillajes y los tatuajes, los simulacros, los juegos de rol, lo posthumano y lo cyborg, los arcos y las guirnaldas, los tutús, los globos y las semillas… son algunos de los argumentos de los más brillantes y más comprometidos Proyectos Fin de Carrera (PFC) realizados en la Escuela de Arquitectura de Alicante. Sobre las realidades producidas por ellos, sobre su entidad arquitectónica y su consistencia política, han versado la mayor parte de las conversaciones mantenidas entre estudiantes y profesores. Esos proyectos han elaborado ficciones que muestran un nuevo modo de lo cognitivo y una nueva producción arquitectónica. Unas ficciones que han hecho explícita nuestra discrepancia y disidencia a la propuesta que entiende la producción arquitectónica como interpretaciones sucesivas de lo ya existente. Mientras, en Alicante, hemos producido cursos, proyectos y enunciados que nos han permitido, de un modo natural y comprometido al mismo tiempo, entender nuestro propio trabajo y, sobre todo, nuestras acciones como ficciones arquitectónicas: producciones derivadas de esas otras realidades que tenían que ver con todo lo cognitivo contemporáneo y con todo lo sensitivo, afectivo y emocional que el Movimiento Moderno había dejado fuera.
Este escrito, que es continuación de tres escritos inéditos de su autor («Manifiesto por una arquitectura de prácticas ecologizantes»; «Cuadro comparativo moderno vs. ecologizante»; «Nueve explicaciones por un arquitectura posthumanista»; todos ellos de 2016) trata de ampliar las referencias políticas y culturales para la discusión entre lo moderno y lo ecologizante y de poder situar esta discusión como una de las conversaciones centrales para construir las agendas docentes de proyectos de arquitectura. Lo hace argumentando que en la diferencia entre el concepto de interpretación y el de ficción reside uno de los argumentos capitales para la discusión de las relaciones de la cultura arquitectónica con la cultura contemporánea comprometida con el discurso ecocrítico; y que aceptar esadiscusión y comprometerse con ella esimprescindible para elaborar los argumentos arquitectónicos culturales que pueden permitir la homologación de lo arquitectónico futuro fuera de los marcos disciplinares y hegemónicos.
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Recorrido. Ficción 1. Una explicación basada en nuestra propia producción, elaborada en estos veinte años de docencia. Ficción 2. Lo que aprendimos de Philip Dick, de la ciencia ficción y su versión arquitectónica.
El recorrido para poder llamar a los resultados de nuestra propuesta docente «elementos de una ficción arquitectónica» no ha sido sencillo ni inmediato. Recientemente, en la exposición para dar a conocer los trabajos que incluía Reset Moderity, B. Latour utilizó los términos Gedankenexperiment (experimento mental, en o sobre el pensamiento) y Gedankenausstellung para denominar el espectáculo que exhibe ese pensamiento, un cruce entre manifestación y experimento mental. Esa forma de exposición de nuestros pensamientos nos ha permitido pensar a la vez el proyecto y el experimento. Abandonados, por impropios y parciales, los métodos tradicionales de representación de lo arquitectónico, la búsqueda de nuevos sistemas que mostrasen la interdependencia entre los hechos que los enunciaban y las proposiciones con las que se exhibían ha sido constante. Una de las aportaciones de Alicante ha sido dar rienda suelta a convertir los jurys en una fiesta, en una exhibición gozosa de los experimentos mentales construidos durante el curso. Gozosa por su materialidad, por su desenfadado desparpajo, por la variedad y complejidad material con la que se exhibía. Los experimentos más brillantes y arriesgados eran siempre ejercicios en los que la inspiración, más que la imaginación, movilizaba la realidad de una experiencia, casi siempre propia, personal y única; y, a través de una acción alejada por igual del relato metafórico y de su interpretación moderna, convertía esa experiencia inicial en una forma de energía intelectual y emocional referida a un devenir arquitectónico.
Veamos por otro lado que sucedía más allá de nosotros. La pelea entre los modernos y los ecologizantes es, por una parte, acerca de lo humano y, por otra, acerca de la realidad. Dejaré de lado, de momento, el primer asunto. La atención puesta en la idea de realidad ha sido recurrente en los enunciados de los programas educativos con los que han operado las áreas de proyectos arquitectónicos de las distintas escuelas. En aras de una respuesta a lo inmediato, incluso a lo que se llamaba «lo urgente» en muchos programas, se soslayaba una diferencia que a nosotros siempre nos ha parecido esencial: frente a la arquitectura como una práctica técnica real, para Alicante el enunciadodocente debía estar siempre mucho más cerca de aquello que Antonin Artaud proponía para el mundo del arte: «El arte nunca es real y siempre es verdadero». La docencia de proyectos nunca es real y siempre debería proponerse como verdadera. Considerar los asuntos docentes desde esta perspectiva ha sido la gran aportación de Alicante, la gran apuesta y la innovación esencial que hemos introducido en la docencia del proyecto de arquitectura. Lo verdadero se aparta de lo real en los mismos términos en que la docencia es otra cosa distinta de la práctica profesional Y viceversa: entendidas las prácticas docentes como la construcción de ficciones, se abren a la posibilidad de que se establezca una sin solución de continuidad en los procesos y programas por una arquitectura de prácticas ecologizantes, tanto en la universidad como fuera de ella. Así, las prácticas docentes pueden ser consideradas prácticas arquitectónicas de pleno derecho.
Pero mucho más importante que esto ha sido la utilización política que se ha hecho del concepto de realidad como argumento arquitectónico. Esta es la definición que dió Philip Dick del concepto de realidad en 1972: «La realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desparece». Es una definición interesante, entre otras cosas, porque logra incluir e interpelar al lector. Aunque intentaré demostrar que esa interpelación funciona para los modernos en sentido contrario que para los ecologizantes. En un caso, se trata de una interpelación reafirmante, y, en otro caso, es la explícita celebración de una conciencia profunda.
Es evidente que la realidad a la que se refirió el Movimiento Moderno ya no existe, y no solo porque hayamos dejado de creer en ella. Por lo tanto, la negativa clara a reconocer este hecho obliga a unos a seguir interpretando que los criterios de disciplina, autoridad, hegemonía, historicidad y belleza siguen vigentes y que, por lo tanto, la manera de que sigan existiendo es seguir realizando interpretaciones de ellos. Eso significa que la agenda principal de los asuntos arquitectónicos sigue siendo el espacio, la luz, la textura de la materia, el programa, la función, la forma, la belleza, etc. Es una manera de establecer que esa es una realidad que basta seguir pensándola para que siga existiendo, que debe ser re-interpretada continuamente para que nada cambie y que el mundo que la configura es la de un humano excluyente para el que nada que distorsione, ni de manera política ni cultural, debe ser atendido.
A pesar de ello, gran parte de la arquitectura contemporánea sigue interpretando lo que dio de sí el Movimiento Moderno. En concreto, me refiero a aquellas teorías y producciones cuya resistencia a revisar los contenidos que emanan de él es tan grande como insistente. De ese modo, la interpretación divaga sobre enunciados formales bajo la atenta y autoritaria mirada del humano arquitecto, ni siquiera de la humana arquitecta. Es una especulación formal basada en argumentaciones imaginativas (F. G. Lorca), singulares y pretendidamente únicas, que propone que la imaginación despliegue respuestas a los hechos y realidades más diversos, pero siempre desde concepciones que consideran la naturaleza y la cultura mundos antagónicos. La interpretación se otorga, sin explicitarlo, a una idea moral de verdad, de idoneidad tout court, de condición única. Se llena un vacío con una forma como respuesta a un supuesto problema. La arquitectura así entendida es una sucesión de las interpretaciones que el Movimiento Moderno ha hecho de la oposición entre naturaleza y cultura, entre lo dado y lo construido. La interpretación es una endogamia sucesiva y recurrente de los enunciados del Movimiento Moderno, y la metáfora adorna esas elecciones de la arquitectura interpretando la realidad. Teorías y producciones distintas basadas en elecciones y apuestas que compiten por la singularidad. La interpretación, como la imaginación, es pobre, porque es arbitraria de tan realista que pretende ser. Tiene lugar en torno a la ideología re-interpretada, que atiende y engrosa el discurso institucional, y desde allí niega cualquier otro.
La interpretación hace coincidir los enunciados de los hechos que conforman las realidades con las proposiciones que pretenden su transformación. Esta coincidencia, este decir en lugar de mostrar hechos y proposiciones —utilizando el lenguaje de Wittgenstein— es la cuestión central de su agotamiento. La interpretación es una masturbación involutiva.
¿Por qué la ficción? Es muy útil y provocativa la percepción que el propio Philip Dick tiene de su trabajo y de lo que es la ciencia ficción: «Los que leemos ciencia ficción lo hacemos porque amamos la experiencia que supone la reacción en cadena de las ideas que tiene lugar en nuestras mentes por lo que hemos leído, algo novedoso; así, el propósito final de la mejor ciencia ficción es la colaboración entre el autor y el lector, una colaboración en la que ambos son creadores y disfrutan de ello: el disfrute es el ingrediente esencial y definitivo de la ciencia ficción, el disfrute del descubrimiento de las cosas nuevas».
He aquí un texto lleno de guiños y referencias al estado mental, al concepto de novedad, a las colaboraciones creativas y al descubrimiento de lo otro. Puede sernos muy útil para entender por qué tiene sentido hablar de ficciones.Alicante empezó a trabajar otros enunciados para redefinir una situación que considerábamos agotada. No podíamos seguir ignorando una realidad no contemplada en ese relato; no queríamos soslayar que era una obligación ética y, por tanto, estética, buscar respuestas que coincidieran más con los nuevos sueños colectivos, y no solo con los arquitectónicos; y no aceptábamos seguir anclados en construcciones mentales que excluyeran tanto los nuevos ensamblajes socio tecnológicos o la voz que atiende a las otras especies en el contexto arquitectónico.
El mar, los glaciares y las plantas ya estaban construyendo por entonces sus propios manifiestos reivindicando su sitio. Ahora también lo han hecho las especies de compañía. Era decisión nuestra prestar atención, o no, a sus demandas, y decidimos hacerlo a pesar de no saber a dónde nos conduciría. Empezamos a fabricar otro signo y otra carne. Todo era tan torpe que hasta nosotros estábamos asustados. Eran formas de resistencia para no seguir en los mismos sitios ni con los mismos procesos. Era la posibilidad de volar más allá, incluso atendiendo a un posible fracaso, lo que nos alentaba. Estaba, también, que notábamos tan vivo, tan auténtico y a la vez tan pertinente lo que sucedía entre nosotros, que permanecer en ello, en las buenas y en las malas, aparecía tan esperanzador como necesario. Así era la fidelidad que profesábamos a lo que estábamos haciendo, reunidos en torno a la felicidad que procedía de este modo de hacer.
Los proyectos que salían de Alicante no interpretaban realidades, al contrario, construían pequeñas ficciones a partir de una realidad específica. Construíamos los enunciados y los proyectos como nuevas realidades que transformaban en materia viva la materia de la que eran objeto. La arquitectura como una materia con capacidad de construir una historia polimórfica de la gente, los animales, el barro, el agua y las rocas. Algunos de los Proyectos Fin de Carrera eran tan emocionantes como radicales y bizarros, que uno no podía sino admirarlos y amarlos como desarrollos de esas ficciones que operaban como realidades alternativas. Ha costado su tiempo y su esfuerzo aprender a vivir de manera ética y estética con esos nuevos flujos que se iban construyendo. No eran, como ocurre con las interpretaciones, resultados fehacientes y verificables, exportables en los mismos términos que se producían. Ha costado lo suyo aceptar esas inesperadas coexistencias de objetos y de deseos; de materiales conectados por hilos debilísimos pero reales; de enunciados hechos a trozos, pero trozos llenos de intensos afectos o de dramáticos suspenses; de campos de acción inespecíficos en forma y contenido, construidos al unísono por profesores y alumnos sin saber a quién correspondía cada parte: lo nunca visto. La ficción no forma parte de un enunciado formulado con anterioridad ni inventa la realidad tal como lo hace la interpretación, poniendo el análisis al servicio de conclusiones tomadas previamente. La ficción parte de una realidad y construye una cierta y futurible, capaz de ser en sí misma una respuesta ecocrítica, incompleta tal vez, pero siempre cosmopolítica, parte de una acción ecologizante.
La tostadora que diseña Thomas Thwaites (https://www.ted.com/talks/thomas_thwaites_how_i_built_a_toaster_from_scratch?language=es) solo funcionará una vez. Pero ha sido suficiente para que las entidades puestas en juego se refieran a las fuerzas de la realidad y de lo humano haciendo que la tierra misma (el petróleo, la mica, el cobre, el plástico) entren a formar parte de lo vivo real. He ahí la ficción.
La crítica arquitectónica no ha ayudado a construir estos enunciados. Ha elaborado interpretaciones escritas de esas interpretaciones construidas. En ninguna de ellas encontrábamos argumentos apropiados para entender que las nuevas realidades sociales, políticas y económicas que podían ser objeto de atención en los Proyectos de Fin de Carrera o en los cursos regulares de la escuela eran entidades que para ser vividas como nuevas realidades arquitectónicas, para reconocer cómo se arma y desarma lo humano y lo no humano, lo animado y lo no animado contemporáneo en ellas, era imprescindible no volcar toda la carga utilitarista de la eficacia profesional. Era necesario, al contrario, crear un dispositivo que las proyectara en público como entidades ecologizantes, como parte de la arquitectura que nos pertenece. Desarrollar esta hipótesis fue el principal objetivo que nos planteamos en Alicante. Lo hicimos aprendiendo de otras disciplinas los registros que tenían que ver con la ficción. Por eso, atendimos con tanto cariño y cuidado esas pequeñas producciones docentes que son nuestros cursos y nuestros PFC antes que las grandes producciones profesionales. Nos dimos cuenta de que esas prácticas docentes, despreciadas por los contextos profesionales por ingenuas e inexpertas pero planteadas por nosotros como puentes entre la ficción y lo ecologizante, se habían convertido en el lugar central desde donde pensar una nueva teoría de lo contemporáneo arquitectónico. Pensar desde lo real de lo profesional siempre será mucho, muchísimo más escaso y pobre que hacerlo sobre lo verdadero de la experiencia docente.
Por eso nuestras bibliografías están llenas de referencias literarias o filosóficas, y muy pocas arquitectónicas. En ninguna de ellas encontrábamos narraciones que enlazaran con la agencia que solicitábamos de las cosas y de las personas. Todo eso que a la interpretación le era ajeno era precisamente lo que para nosotros podía instituirse, a través de la ficción, como entidades arquitectónicas contemporáneas, como arquitecturas ecologizantes. Eran esas condiciones las que en realidad convertían a las prácticas docentes en prácticas arquitectónicas de pleno derecho.
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Es ante esta ausencia de la crítica donde cobra especial importancia la elaboración teórica que procede del trabajo docente. Pasar de la intuición teórica que organiza un programa de curso a una teoría docente homologable y publicable no es solo atender algo esencial de la universidad como es la sucesiva construcción de los vínculos entre lo intelectual y lo profesional. Es atender que los registros con los que recorrer el mundo entre lo moderno y lo ecologizante estarán siempre más cercanos al lado de lo producido en la universidad que fuera de ella. De ahí la importancia y la confianza puesta en vuestros textos y propuestas para Proyectos Zero. La escritura: el texto que se desprende de las ficciones que fueron vuestros proyectos. La escritura, esa materia de una vida rica y nueva que permite comunicarnos con todo lo otro, además de con la arquitectura misma. Esto es lo maravilloso de la película La llegada (Denis Villeneuve, 2016). La inteligencia de la inspiración de la escritura puesta al servicio de la comunicación entre especies.
¿Qué es la ficción arquitectónica, entonces? Aquella realidad que queda entre el ciborg y las otras especies. Ese intermedio es el que puede considerar la arquitectura como una materia viva. Es un enunciado que puede durar un segundo y desmoronarse ipso facto, o devenir una teoría permanente. Eso es poco relevante. Lo atractivo de pensar lo arquitectónico así es la posibilidad de incorporar la conciencia plena de la intrascendencia y el cambio. Es desde esa nueva narración desde las que podemos dirigirnos a las otras materias teóricas, a las otras ficciones de las que tanto hemos aprendido.
En cierta forma, Proyectos Zero, la iniciación del proyecto, podría entenderse, en lo que tiene de curso utópico, raro e imposible, una de las más perfectas y hermosas ficciones que hemos construido en Alicante. Es un curso que en sí mismo, tal como lo experimentamos, no existe. Y, no obstante, en él se ponen en juego infinitas teorías contemporáneas acerca del conocimiento, sobre quién lo posee y cómo se produce; o sobre el lenguaje, desde dónde se ejercen y ejecutan las habilidades y cómo y qué las consolida; la tradición invertida, el catedrático frente al aspirante, la sabiduría o la ignorancia puestas en igualdad de condiciones, Rancière en acción; la idoneidad y la pertinencia de quién enseña y qué enseña; quién es y a quién representa la autoridad —y las consiguientes preguntas acerca de quién ejerce esa autoridad—, cómo se ejerce y en nombre de quién se ejerce. Una movilización para fundamentar, desde el origen y desde el principio de la carrera, la controversia entre lo moderno y lo ecologizante.
Proyectos Zero es una iniciativa docente que habla de las rutinas de iniciación, de cómo desde el inicio se construyen las continuidades que nos permiten identificarnos con el flujo de la vida y no solo de la arquitectura: nuestras continuidades hacia vosotras y vosotros; las vuestras hacia aquellos que inician la carrera, las de ellos y ellas hacia sus gentes cercanas, y así sucesivamente. Proyectos Zero es parte de una movilización alicantina basada en compartir la experiencia, en teorizar desde la experiencia sobre la experiencia, y en crear un ritmo colectivo de producción creativa. Y buena parte de esa movilización alicantina de la arquitectura, y parafraseando a Claudio Iglesias en la introducción de Hacia un realismo especulativo de G. Harman, se cocina en Proyectos Zero. Dicho de otro modo: las aportaciones que se deprenden de vuestros trabajos y de vuestra generosa implicación en la docencia de Proyectos Zero, no son, definitivamente una simple teoría. Son una ficción, son una materia viva y, por lo tanto, entran directamente en el cómputo de explicaciones y matices que operan y construyen el cuadro que distingue lo moderno de lo ecologizante.
José M. Torres Nadal, enero 2017 Dr. arquitecto catedrático de arquitectura, U. de Alicante